Los libros de Agustín

Agustín baila para nosotros detrás de numerosos velos

Además, hoy en día, Agustín baila para nosotros detrás de numerosos velos. Su latín es correcto y claro, pero puede ser leído sin esfuerzo por pocos hoy en día. Por consiguiente, penetra en el pensamiento contemporáneo de manera condicionada por la historia de sus traducciones, y no hay ningún idioma moderno que haya visto todavía una traducción de sus obras completas51 . El prestigio de la erudición francesa sobre Agustín se ha visto sin duda realzado por el hecho de que los agustinos franceses publicaron, a partir de los años cincuenta, una serie de ediciones extraordinariamente valiosas de las obras de Agustín, con texto en latín y traducción al francés, acompañadas de notas eruditas y útiles. Siguen siendo un camino vital en la obra y el pensamiento de Agustín para los lectores serios, aunque implantan en esos lectores un estilo de interpretación característico de ese París particular.

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Los libros de Agustín

Los libros de Agustín son en su mayoría presentados hoy en día por aquellos en el mundo contemporáneo que se ven a sí mismos como sus correligionarios. La erudición agustiniana moderna fue en sus décadas formativas abrumadoramente bautizada, y de hecho bautizada como católica romana. Sigue siendo extraordinario que un escritor religioso provincial y eclesiástico de hace dieciséis siglos sea tan afortunado como para que sus obras sean presentadas a nuestro mundo por un cuerpo de intérpretes relativamente homogéneo y comprensivo. Aquí también, como en las Confesiones, lo conocemos demasiado bien. Si pudiéramos olvidar que es "cristiano", y si pudiéramos olvidar la historia que nos cuenta de su propia vida, ¿qué pensaríamos de él?
Aquí hay una forma de responder a esa pregunta. ¿Quién fue Agustín para sus contemporáneos en su vida? Más allá de un círculo de amigos y colegas, llamó la atención pública en una serie de círculos aproximadamente concéntricos o al menos superpuestos.

Agustín la pesadilla del "Pelagianismo"

Este Agustín fue conocido en todo el mundo, comenzando a principios de la década de 410, cuando se acercaba a los 60 años. Este renombre fue tanto bueno como malo para él, ya que propagó su nombre pero le ganó enemigos influyentes y feroces. Terminó su vida en un inútil y desesperado combate literario con un erudito obispo cristiano de Italia, Julián de Eclanum, con el que se enfrentó sin cesar ante un público literario cristiano en todas las orillas de habla latina del Mediterráneo. Al final de su vida, su reputación había penetrado erráticamente en la iglesia griega y se le envió una invitación para que asistiera al concilio de Éfeso - pero murió antes de que pudiera llegar a él en África.